Por Regina Moreno
Cada vez es más común escuchar
que gente joven somatiza en forma de depresión y ataques de ansiedad o pánico
una repentina incapacidad de continuar con la vida que, para muchos, podría
resultar tan sencilla como cumplir con la rutina del trabajo, procurar una
pareja y hacerse responsables de su independencia, y hasta de sus mascotas; una
vida que, de inicio, se buscó para obtener libertad y aligerar la carga de
obligaciones en la vida, buscando más que otra cosa, el placer incondicional.
No cabe duda que “en el Internet
de las cosas” y sobre todo en redes sociales, podemos encontrar talleres,
textos y hasta memes que hablen de la “ansiedad de los millennials”, una
curiosa, casi irrisoria y nueva ‘enfermedad’ que está atacando a esta
generación que, al parecer, lo tuvieron todo.
He escuchado decir a varios papás
decir que en su época no había tiempo ni dinero para analizar los problemas o
dudas que surgían en la adolescencia o antes de llegar a los 30, pues antes que
eso, era una necesidad, antes que otra cosa, tener trabajo, y ya a esa edad
mantener a una familia y proveer, cuando ahora, la edad para que un joven deje
la casa de sus padres es cada vez más lejos de los 20 y más cerca de los 30.
Sin embargo, hay estudios
psicológicos que muestran que es esta generación que nació entre 1985 y 1991
vive con más ansiedad y trastornos mentales relacionados que cualquier otra, y
es probable que siga ocurriendo, pues el estilo de vida de esta generación
tiene como medida de todas las cosas, la solución rápida e impaciente de los
problemas; la poca tolerancia a la frustración y la desilusión y rendición
inmediata ante la adversidad, sobre todo si esta parece más difícil que las,
tal vez pocas pruebas que les ha puesto la vida en lo que llevan de vivirla.
En un viaje introspectivo y como
víctima y sobreviviente de esta cuasi letal enfermedad, podría afirmar que el
miedo es el centro de la ansiedad, cosa no nueva y que cualquier especialista o
estudioso de la mente podría confirmar. La
constante preocupación, el no saber qué hacer de la vida, la tristeza, la inconformidad
y el coraje son el cúmulo de miedo, mucho miedo al cambio; a uno mismo, miedo
al cambio de vida, miedo a decir “no”, miedo a decir “sí”, miedo a ser
responsable, miedo, miedo, miedo.
Más allá de hablar de lo sublime
de los síntomas y de los increíbles pensamientos y somatizaciones que un humano
pueda experimentar al padecer ansiedad, lo sorprendente son los numerosos
caminos que existen para finalmente superarla. Pues mientras que el lenguaje y
los sistemas de creencias ofrecen una solución racional y consciente del
problema como el psicoanálisis, la psicología y la psiquiatría dan herramientas
prácticas, pero a veces engañosas para controlar la mente, entidad o parte de
un ser que, de forma impresionante puede esquivar sus ataduras y darse cuenta perfectamente,
de que está tratando de ser engañada, para después regresar a ese estado
ansioso y alerta y tan molesto para muchos pero que a fin de cuentas está
tratando de avisarnos algo.
Luego, al experimentar el
fastidio o cansancio por no encontrar esa paz o calma que tuvimos alguna vez,
llegan las soluciones en las que no habíamos pensado, el plano espiritual. Y es
que qué tan cierto es que dentro de nosotros hay una esencia que nos guía; ¿qué
parte del cuerpo puede ser el espíritu? ¿se puede hacer feliz al espíritu? ¿sanarlo
y dejar de ser racional? He llegado a la conclusión de que además de mente
somos alma y somos cuerpo, y entonces, qué pasaría si más allá de buscar una
respuesta racional para la ansiedad le damos a nuestro espíritu lo que quiere, ¿qué
pasa si no nos quedamos los sentimientos y los expresamos, si besamos, si
abrazamos y si decimos ‘te quiero’, sin miedo?
Nunca me atrevería a decir que triunfé, que le
gané a la ansiedad, porque sería como decir que me vencí a mí misma. Lo que sí
puedo decir es que la vida es mejor si se le mira desde un lente feliz más
positivo y menos catastrófico; y que el amor, en cualquiera de sus
manifestaciones, es la cura y el centro de todo.
La nueva juventud, milennial, siente la obligación de ser feliz, de hacer todo correctamente: efectivamente lo piensan demasiado.
ResponderEliminarAventurarse en lo que sea y resolver sobre la marcha les daría la satisfacción que buscan. Pensar y resolver antes de tener un problem a sólo les complica la vida.