martes, 10 de julio de 2018

Nuestra Generación

Imagen: Pexels

Por Sebastián Morales

Revisaba mis redes sociales por la mañana antes de lavarme la cara y desayunar, así como lo hacían antes con el periódico. Veo algunas noticias y ahora también puedo leer lo que opinan de ellas. Muchos de los comentarios parten del encabezado y poco o nada han leído de la nota. De pronto todos son expertos en el tema y se ponen a debatir, la discusión acaba en el segundo comentario y comienzan los insultos; las consecuencias culminan en un reclamo abierto, que si es expresado por alguien con los seguidores necesarios tendremos una verdad irrefutable que se convertirá en otro motivo de controversia y debate; hay un ciclo pues. 

Son políticamente correctos y tolerantes, al menos eso se dicen mientras critican al que no piensa dentro de sus estándares. Han impuesto adjetivos para todo aquel que se atreve a expresar algo fuera de su margen de tolerancia, el cual, desde su punto de vista, incluye a todos escrito con e o x. Antes de salir de sus casas se encomiendan a Dios (escrito con mayúscula) o a algún santo, pero pocas veces se paran en una iglesia y otras menos procuran al prójimo. También están los ateos (que creen en todo menos en el dios de sus padres) devotos a la ciencia o a su área de estudio, que nunca es la teología. 

Escriben infografías mientras introducen su opinión en la última viñeta y entonces… ¡Bum! Tenemos la noticia que compartirán aquellos que se preocupan tanto por el país que se olvidaron de apoyar a un candidato y nos tuvieron una campaña entera hablando mal de los restantes. Se vuelven personas con influjo sobre quienes las rodean, pero entre más aficionados a sus ideas tienen… menos crítica permiten. Y aquellos héroes que sus líderes crearon caen a pedazos cuando hablan y demuestran que la mortandad es de todos, y que contrario a los seguidores… tienen una opinión propia. 

Defienden a los suyos con hilos de doscientos ochenta caracteres, lo hacen cuando una noticia es compartida por el líder y en sus horas libres se encargan de definir la incongruencia. Comparten su punto de vista que definirá una verdad absoluta e incuestionable, punto de vista usualmente cegado por el exceso de jabón en la pompa que los cubre. Cuestionan todo aquello que los entretiene, algunas veces motivados por la nostalgia y otras por la opinión de quien lo disfrutó antes que ellos; como consecuencia, polarizan la existencia misma, o fue lo mejor o fue lo peor que pudieron comer, beber, ver, conocer… 

Viajan por el mundo buscando la foto perfecta, su rostro aparece en noventa de cada cien fotos del viaje y en ochenta y cinco de ellas lo que se vislumbra atrás del rostro bien podría ser la habitación de un hotel o la selva, la verdad es que no importa. Hay un fanatismo absurdo por degustar comida a través de la mirada, por vestirse de gala para recorrer la magia de una comunidad y por adquirir productos que utilizarán los viernes. 

Aproximadamente leen de uno a cien libros durante un año o una semana depende quien lo pregunte. La temática varía, bien puede ser un best-seller que pregona el NY Times o bien puede ser un clásico en su versión de pasta dura, que significativamente cambia el contenido. Cómics y novelas gráficas son de culto mientras sean números de tres cifras con la primera aparición de tal personaje, o escritas por Moore. 

Llegaba la tarde y escuchaba a ese músico que no es popular pero al parecer su música es una gran revelación y provocará un revolución en el género urbano con tintes africanos proveniente de Sudamérica pero cuyos mejores representantes radican en la Ciudad de México, o algo así tenía que decir cuando hablara de él o ella o ellos o eso; de otra forma sería imposible que percibieran la esencia que provoca música tan excelsa. Veía una foto en la exposición temporal del museo de arte contemporáneo, es un gran artista decía el libro que explicaba los ¿cuadros? de la sala anterior, en aquellas representaciones en azul y violeta se puede percibir el sufrimiento de su niñez. La entrada cuesta sesenta y lo único con lo que me quedo es con la pregunta: ¿cómo moverán todo de un museo a otro? 

Definen el arte en torno al artista, todo aquello que provenga de las manos de un artista propio de una minoría vale una fortuna y expresa todo. Odian al fútbol pero cada cuatro años nos recuerdan en frases cortas mientras portan un jersey verde que “juegan como nunca y pierden como siempre”. Consumen lo que la plataforma de streaming en Internet les venda, la televisión es anticuada y no hay nada como ver una serie entera en un fin de semana (o menos).

Son todo sin ser nada. Tienen permitido reírse mientras no sea ofensivo o hacerlo antes de que alguien les cuente la historia detrás de. No les gusta ser catalogados dentro de una generación que nació a finales de mil novecientos noventa y principios de los dos mil, pero gustan de nombrar todo aquello que antes no había necesitado un nombre. Los nuevos nombres serán una obsesiva mezcla de inglés-español-francés-otro, ya que hay que sentirnos orgullosos de lo que se produce en nuestra tierra sin dejar de ponerla debajo de aquellas que están cruzando el mar. 

Somos esa generación que propone cien cambios y habla en primera o tercera persona según le convenga, regaña en segunda persona y hace todo con tal de agradar a cientos que poco se preocupan de agradarse. Esa generación que poco espacio deja a la crítica, la generación que acepta todo mientras sea lo correcto, la generación que no es culpable de todo pero tampoco es inocente de nada. Nos dejaron un mundo cayéndose y nos culpan si los pilotes no son de la madera que ellos hubieran utilizado. Nos enseñaron a amar, pero también nos mostraron el odio. Nos enseñaron los caminos de la paz mientras combatían cientos de guerras. Nos enseñaron el arte y nos dijeron que cualquiera podía crearlo. Somos los que nacieron y tratamos de cambiar todo eso que no fue nuestra culpa.

Las fuerzas internas de la personalidad




Por Regina Moreno 

¿Será que todas las personalidades son compatibles entre ellas? ¿O es real eso de que sólo podemos coincidir con ciertas personas si nuestras formas de ser se complementan? Es realmente sorprendente, o mejor dicho enigmático, los distintos y tan diversos estados mentales de las personas, y más aún, las formas de pensar que las llevan a actuar de una u otra forma, y que en todo caso definen su personalidad.

Para hablar sobre la esencia de las personas es necesario entender qué conocemos como “personalidad” y es que ésta, de acuerdo con el pensamiento teórico de Sigmund Freud, está determinada por la interacción de tres fuerzas o niveles de conciencia que él definió como “conflictivas” entre ellas: el preconsciente (memoria), el consciente (mente racional) y el inconsciente (sentimientos, pensamientos o impulsos). Imaginemos que estas tres fuerzas están en constante conflicto en nuestra mente, pues mientras que el consciente muestra sólo una parte del pensamiento, el inconsciente representa todo un entramado de ideas, creencias y hasta deseos o conflictos que viven resguardados en lo más profundo de nuestra mente.

Asimismo, siguiendo a Freud, nuestra personalidad estaría estructurada en tres partes: el “Ello”, el “Yo” y el “Súperyo”, de tal forma que el “Ello” sería el componente más importante, pues es la parte de nosotros mismos que en teoría nos dice o manifiesta los deseos o necesidades básicas y de placer que es necesario cubrir para no desatar ansiedad o tensión en nuestros cuerpos. Digamos entonces que el “Ello” es la parte más caprichosa de nuestra forma de ser, a la cual hay que escuchar sin duda, no antes sin tratar de aterrizarla al mundo real a través del “Yo” para no convertirnos sólo en capricho.

Asimismo, el “Yo” sería esa otra parte de la personalidad que trata de acomodar nuestros impulsos en el mundo real para que, además de pensar en nuestra propia satisfacción, también pudiéramos tomar en cuenta a la sociedad y a algunas de las normas de convivencia que nos permitieran coexistir en el sistema de creencias que, como humanos, creamos arbitrariamente.

Finalmente, el “Súperyo” podría ser el malo del cuento o también el bueno, dependiendo de la perspectiva con la que se mire, pues sería esa estructura mental que intentaría suprimir los impulsos del “Ello” por medio del “deber ser” y de los ideales, así como a través de algunas figuras de autoridad con las que crecimos, como las reglas. Es de esta estructura, dice Freud, de la que se desprenden las prohibiciones y donde hay lugar para la duda y la culpa o los remordimientos, a causa del apego a los sistemas de las creencias con los que crecimos, sentimientos que finalmente, siempre estarán presentes en nuestra personalidad por habernos criado dentro de un sistema. 

Entonces, de acuerdo con Freud, es el equilibrio de esas tres fuerzas lo que resultaría en una personalidad sana y única, entendiendo que es casi imposible que la misma configuración de “Ello”, “Yo” y “Súperyo” se repitiera en dos personas. Tomando esto en cuenta, podríamos aventurarnos a suponer que la compatibilidad de las personas podría basarse en las cosas en común que hay en sus configuraciones personales, las cuales podrían hacer coincidir la forma en que dos o más personas perciben y viven la vida.

Definitivamente, las combinaciones son infinitas, pues más allá de ser “más de esto” o “menos” de lo otro y tolerar a las personas, hablando de adjetivos de la personalidad como: enojones, soberbios, tranquilos, alegres, relajados, etc., en realidad puede que las estructuras de cada persona choquen y/o se complementen con el “Yo”, “Ello” y “Superyó” de otra persona, lo que a su vez daría pie a una relación e interacción compleja pero saludable.

Y mientras que es verdad que los trastornos de ansiedad y depresión ocurren cuando esta triada no está en el mejor de los equilibrios, también es cierto que la psicología busca dar el enfoque y por ello la solución clínica a estas alteraciones en el pensamiento que provocan las más molestas y hasta dolorosas somatizaciones físicas; es un hecho que podríamos hacer un esfuerzo por hacer un viaje introspectivo, emocional también, para definir qué problemas podemos tener a causa de la configuración social de nuestra personalidad, y así, ahorrar años de medicamentos y terapias y ser más felices con nuestros pensamientos y sentimientos sólo fluyendo.

Ser honestos con nosotros mismos nunca fue tan difícil y a la vez en absoluto fácil para nuestro “Súperyo”. Y por fin, resumo este pensamiento con la siguiente frase que leí tatuada en la clavícula de una amiga: “Take life as it comes”.

jueves, 5 de julio de 2018

El voto de confianza para AMLO



Por Mario Morales 

Las elecciones del pasado primero de julio marcan un cambio de rumbo para el país con la victoria de Andrés Manuel López Obrador, y aunque muchas personas aseguran que significa la entrega de la estafeta de la derecha a la izquierda en el poder, nunca hemos tenido una clara izquierda o derecha; menos ahora con las alianzas PRD-PAN-MC y MORENA-PES-PT. El cambio que se presentará es una nación más proteccionista y un "nacionalismo" que contadas veces se ha visto en el país, pues las propuestas de Andrés Manuel hacia allá van dirigidas.

Por otra parte, las personas votamos ya fuera por hartazgo o por convicción en las propuestas, es lo que manejan sus seguidores y los que no lo son; es un voto de castigo para los gobiernos anteriores o la ilusión de un cambio verdadero, al final, fuese una o la otra, el pueblo decidió que era hora de una transición en el gobierno esperanzado a que sea para bien y a pesar de las diferencias es lo que todos los mexicanos queremos.

Asimismo, siempre he sido un ferviente creyente de que AMLO representaría el cambio que México necesita, pero varias dudas han surgido desde su aplastante victoria y que creo muchos de nosotros las compartimos; las conferencias de José Antonio Meade y Ricardo Anaya en las que salieron a declararse perdedores a muy temprana hora; las felicitaciones que recibió el nuevo presidente electo desde Vicente Fox hasta Donald Trump, pasando por Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y hasta Carlos Salinas de Gortari; incluso comentando, algunos de ellos, estar dispuestos y ansiosos de trabajar con él, así como la facilidad de los medios y del INE para llevar unas elecciones "tranquilas" y sin muchos sobresaltos; y aún más las felicitaciones y advertencias anticipadas por parte de múltiples personajes internacionales de izquierda de una posible victoria del candidato Andrés.

Entonces, Meade y Anaya sabían de antemano que sus campañas terminarían en un total fracaso y que, a pesar de descalificar tantas veces las encuestas, se vieron obligados a resignarse, pues la victoria de Andrés Manuel fue tan abrumadora que hasta Calderón, Fox, Salinas y Peña Nieto buscan algún favor del futuro presidente y, por lo tanto, de alguna manera, demuestran empatía hacia él, y los medios de comunicación dominantes y el INE por fin se comportan de manera imparcial o es incluso que los altos mandos, no en México, si no internacionales decidieron que era hora de que el "peje" gobernara.


Todas esas inquietudes pueden disolverse cuando pienso en la larga trayectoria de López Obrador, cuando salió de las filas del PRI, cuando gobernó la ahora llamada CDMX y cuando salió de las filas del PRD, las campañas del miedo, el desafuero... y recuerdo seguirlo en sus redes y en los medios, recorriendo el país una y otra vez, de norte a sur y de este a oeste. Y lo más impresionante y tal vez más decisivo es la gran red llamada MORENA que Andrés Manuel creó y que pasó, en un abrir y cerrar de ojos, a ser la primera fuerza política de México, y que sirvió también para la defensa del voto en todo el país.

Al final, "haiga sido como haiga sido" sólo queda esperar a que todo lo bueno que surgió de estas elecciones, como la alegría de la gente que no veía desde hace tanto tiempo; las ganas de trabajar juntos; la madurez política que pareció sacudir a este país con la gran participación ciudadana y la nueva confianza en la democracia, así como la empatía con el prójimo y con la nueva administración perduren, y que AMLO respete y haga valer ese voto de confianza que más de la mitad de los electores le dimos.

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