El corazón late con fuerza, a veces por ansiedad, a veces por deseo, a veces por tristeza pero late, a veces se sale del pecho, quisiera escaparse y refugiarse en el rincón más seguro, en la más alegre y profunda de las canciones que hay en el mundo. Está desesperado por sentir, por dejar de sufrir, por encontrar el camino, ese espacio en el que el latir signifique un tranquilo equilibrio y no un despojo, no un impulso de locura, no un arrebato de tristeza, de desesperanza.
Pese a que la mente no lo esté, el corazón está listo para volver a ser acariciado, para tener la certeza de que todo está bien, de que no lo van a lastimar; está cansado del cambio, de las frecuencias altas y también de las muy bajas. Quiere querer, amar, desear con seguridad, con libertad.
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