No es tan difícil despertar en la noche debido al insomnio, cuando acostado boca abajo tienes su brazo recargado sobre tu espalda o si puedes abrazarle cuando está recostada sobre su lado izquierdo dándote la espalda sin darse cuenta o con toda la intención de hacerlo. Es hasta placentero, incluso, no conseguir descanso si logras descubrir los movimientos extraños que hace al cerrar los ojos y perderse profundamente. Las noches siempre se hacen más cortas al estar a su lado mirando con atención su rostro, haciendo gestos o con la boca abierta (también es algo agradable de ver) pues podrías hacerlo por horas pensando que tan solo han pasado algunos minutos.
Se levanta antes de que oscurezca y trata de no despertarte al alzarse de la cama, pero en el baño pone música a todo volumen y canta como si fuera a entregar el último concierto de su vida, es entretenido, no te molesta, solo finges estar dormido, sale y comienza a vestirse, abres los ojos discretamente. Te levantas y haces lo mismo, es grato despertar y ver a alguien con quien desde el primer segundo vas a sonreír y ya tienen algún tema sobre el cual debatir.
Es un día libre, "deciden" que habrá en el menú del desayuno ya que siempre puedes comer "lo que sea", entonces se dispone a preparar algo tan sofisticado y simple al mismo tiempo con tal de pasar un agradable rato sentados en la mesa, mientras, sales y regresas tan rápido como puedes a realizar algún pequeño pendiente, escuchan música de tu agrado y vas de aquí para allá, más aquí que allá dado que tratas de ayudarle en lo que puedas aunque tengas la mente dispersa, si no lo logras, haces lo posible para que la preparación de los alimentos sea más amigable, buscas que mantenga durante mayor tiempo esa sonrisa que te mantiene tranquilo puesto que la misma te hace sentir vivo, bailas con ella, juegas o haces chistes ridículos.
Durante el desayuno nada importante sucede, una simple convivencia de dos personas que pueden disfrutar tanto de pequeñas conversaciones, bromas, mirar algo en la televisión o largos silencios, de esos que para la mayoría de la gente son incómodos, pero sabes que con esa persona pueden pasar simplemente porque están conectados el uno con el otro y disfrutan su presencia.
Las sillas del comedor quedaron vacías, se recuestan otro rato, no es lo mismo que a la hora de dormir porque ahora los dos tienen los cinco sentidos buscando la percepción del otro; lo observas, primero sus ojos, la ventana del alma; reconoces su olor a pesar de que te acostumbraste a este; escuchas todo lo que tiene que decirte, su respiración, sus sonrisas y carcajadas, su manera tan tierna de decir sí o no; sientes sus piernas sobre las tuyas, su mano encima de tu pecho y su rostro recargado en tu hombro, después su cuerpo encima del tuyo y a la inversa; juntas tus labios con los suyos, los llevas hacia sus mejillas, y luego desciendes hasta el cuello y hacia un lado a los hombros, distingues su sabor, un poco salado y otro poco a su esencia, recorres los brazos hasta la punta de los dedos de la mano y de regreso, después la espalda, esa parte que parece olvidada y que al mismo tiempo no lo es, puesto que muchas películas la muestran como símbolo de sensualidad y romance, te trasladas por la espalda del mismo modo que con hombros y brazos, hasta la punta del último dedo del pie y retrocedes sin olvidar cada relieve de ese mundo en el que vives en ese instante, después frente a frente, los sentidos se intensifican y comienzas la hiperventilación inconsciente hasta llegar al cenit de placer, deseas que sea infinito.
Echas un vistazo al refrigerador, indagas en el compartimento de las verduras y con suerte encuentras lo necesario para preparar la segunda comida del día, sabes que es una comida sencilla, albóndigas o bisteces empanizados, es lo que se te ocurre con lo que tienes a la mano, lo único que deseas es que lo disfrute más que la comida rápida que pensaban buscar, que la haga más feliz. Los papeles cambian, ella se propone ayudarte como sea y en el más mínimo detalle, la diferencia, ella lo hace sin distracciones y a la perfección, aceptas que te auxilie en pequeñas tareas, con poco recelo porque quieres hacer esto para ella, sin embargo, sabes que ambos se emocionan al hacerlo juntos, es por eso que no te niegas, además, es su turno de seleccionar qué tipo de música escucharán los dos durante el proceso y prefieres tenerla cerca para ver y escuchar de nuevo su canto, tierno y gracioso al mismo tiempo, muy bueno a la vez, tiene esa aura que no encuentras en cualquier persona, por lo que no puedes evitar sonreír al observarla con detenimiento.
Las acciones durante la comida, no difieren mucho al desayuno, pláticas, risas, música, mirar algún vídeo o silencios cómodos, levantan los platos, vasos y demás instrumentos utilizados tanto en la mañana como en la tarde, nadie los lava, es un día libre. Buscan algo cómodo para salir, llegan a su destino y comienzan un juego que ambos conocen porque desde el primer día lo impusiste de manera democraticamente autoritaria con una sola pregunta: "¿te parece?". Entonces recorren el primer pasillo hasta llegar al punto de "seriedad" y como si fuera un trabajo repiten paso a paso lo que hicieron la última vez que estuvieron ahí, salen por un camino y regresan por el otro avanzando y acumulando lo que creen necesario, y a veces lo que no, para satisfacer sus necesidades por un tiempo. Terminan todo el trabajo y toman el camino de vuelta a su morada, al momento de abrir las puertas y antes de entrar te preguntas con una risa interna y una leve sonrisa disimulada en forma de exclamación: "¡¿cómo carajo puede ser tan divertida una ida al supermercado!?" pues nunca pudiste encontrar la seriedad en la tienda, en ningún pasillo.
Nunca se aguanta las ganas de lavar los trastes porque sabe que tu no lo harás, te sientes culpable y sabes que tienes que cambiar, abres las bolsas del súper para distribuir por toda la casa los artículos que seleccionaron, te gusta acomodar la despensa y ambos saben que eres ordenado por lo que no le molesta que realices ese trabajo y que, de nuevo, muestres recelo a la hora de ofrecerte su ayuda. La noche se empieza a hacer corta para ambos y sin pensarlo o decirlo, preparan la cena, meten las palomitas al microondas, destapan las cervezas y acomodan los asientos, abres la discusión de siempre que tarda horas si es que acordaron ver una película o agrandas la pantalla pronto para ver el siguiente capítulo de la serie que no se perdonarían si vieran sin el otro. Curiosamente, la duración de tal episodio se alarga porque, pese a que en todo el día no pararon las risas, lo vuelven a hacer mientras observan aquella pantalla, además siempre hay pausas, ya sea para ir al baño, porque no escuchaste alguna parte importante, para buscar otra 'chela' en la nevera y por la nunca faltante e imperdonable búsqueda de un postre (sí, las palomitas son parte de la cena, no un postre).
Por fin termina el entretenimiento digital y acuden al cuarto ya que están cansados, pero eres enérgico y sabes que será tu cómplice, simulas un pequeño golpe en su abdomen, no responde, vas por el segundo o te aventuras a patear delicadamente su pantorrilla o su pierna, entonces responde con una patada que pareciera calculó con toda la sabiduría para que sea de la misma magnitud pero falla, te burlas, la golpeas con las puntas de los dedos en el brazo como si la quisieras acariciar fuertemente, te vuelves a burlar cuando falla su segundo, tercer y cuarto intento, ahora rozas su cachete con tus dedos y empieza la lluvia de golpes en tus brazos y abdomen, duele, pero jamás te enojarías, te ríes. La dejas un pequeño rato y toma su cepillo de dientes, entonces recuerdas que no te bañaste en el transcurso del día, piensas que ya es hora, no obstante la miras, es un imán de tu atención, buscas un segundo 'pleito' y lo logras, sabes que es peligroso ya que no ha dejado su cepillo de dientes y lo mantiene en la boca mientras pelea contigo, sin embargo, es mas gracioso verla reír sosteniendo el mismo con los colmillos buscando que la pasta no resbale por sus labios, sigues el juego cuidando sobretodo que no le pase nada, ahora eres más indefenso por eso, pero te gusta, se tiran a la cama y juegan el rato que ella te lo permite aunque ya haya dejado su cepillo en el lugar que le corresponde.
Ahora, cada quien comienza con lo suyo, abres las llaves de la regadera con pesar ya que insistió en que no lo hicieras, procuras no tardarte pues te está esperando, te secas con la toalla y te encuentras con ella y con la sorpresa de que como cada noche, ya no está despierta, no es el primer momento del día en que la ves dormida, pero lo disfrutas como si lo fuera.
Echas un vistazo al refrigerador, indagas en el compartimento de las verduras y con suerte encuentras lo necesario para preparar la segunda comida del día, sabes que es una comida sencilla, albóndigas o bisteces empanizados, es lo que se te ocurre con lo que tienes a la mano, lo único que deseas es que lo disfrute más que la comida rápida que pensaban buscar, que la haga más feliz. Los papeles cambian, ella se propone ayudarte como sea y en el más mínimo detalle, la diferencia, ella lo hace sin distracciones y a la perfección, aceptas que te auxilie en pequeñas tareas, con poco recelo porque quieres hacer esto para ella, sin embargo, sabes que ambos se emocionan al hacerlo juntos, es por eso que no te niegas, además, es su turno de seleccionar qué tipo de música escucharán los dos durante el proceso y prefieres tenerla cerca para ver y escuchar de nuevo su canto, tierno y gracioso al mismo tiempo, muy bueno a la vez, tiene esa aura que no encuentras en cualquier persona, por lo que no puedes evitar sonreír al observarla con detenimiento.
Las acciones durante la comida, no difieren mucho al desayuno, pláticas, risas, música, mirar algún vídeo o silencios cómodos, levantan los platos, vasos y demás instrumentos utilizados tanto en la mañana como en la tarde, nadie los lava, es un día libre. Buscan algo cómodo para salir, llegan a su destino y comienzan un juego que ambos conocen porque desde el primer día lo impusiste de manera democraticamente autoritaria con una sola pregunta: "¿te parece?". Entonces recorren el primer pasillo hasta llegar al punto de "seriedad" y como si fuera un trabajo repiten paso a paso lo que hicieron la última vez que estuvieron ahí, salen por un camino y regresan por el otro avanzando y acumulando lo que creen necesario, y a veces lo que no, para satisfacer sus necesidades por un tiempo. Terminan todo el trabajo y toman el camino de vuelta a su morada, al momento de abrir las puertas y antes de entrar te preguntas con una risa interna y una leve sonrisa disimulada en forma de exclamación: "¡¿cómo carajo puede ser tan divertida una ida al supermercado!?" pues nunca pudiste encontrar la seriedad en la tienda, en ningún pasillo.
Nunca se aguanta las ganas de lavar los trastes porque sabe que tu no lo harás, te sientes culpable y sabes que tienes que cambiar, abres las bolsas del súper para distribuir por toda la casa los artículos que seleccionaron, te gusta acomodar la despensa y ambos saben que eres ordenado por lo que no le molesta que realices ese trabajo y que, de nuevo, muestres recelo a la hora de ofrecerte su ayuda. La noche se empieza a hacer corta para ambos y sin pensarlo o decirlo, preparan la cena, meten las palomitas al microondas, destapan las cervezas y acomodan los asientos, abres la discusión de siempre que tarda horas si es que acordaron ver una película o agrandas la pantalla pronto para ver el siguiente capítulo de la serie que no se perdonarían si vieran sin el otro. Curiosamente, la duración de tal episodio se alarga porque, pese a que en todo el día no pararon las risas, lo vuelven a hacer mientras observan aquella pantalla, además siempre hay pausas, ya sea para ir al baño, porque no escuchaste alguna parte importante, para buscar otra 'chela' en la nevera y por la nunca faltante e imperdonable búsqueda de un postre (sí, las palomitas son parte de la cena, no un postre).
Por fin termina el entretenimiento digital y acuden al cuarto ya que están cansados, pero eres enérgico y sabes que será tu cómplice, simulas un pequeño golpe en su abdomen, no responde, vas por el segundo o te aventuras a patear delicadamente su pantorrilla o su pierna, entonces responde con una patada que pareciera calculó con toda la sabiduría para que sea de la misma magnitud pero falla, te burlas, la golpeas con las puntas de los dedos en el brazo como si la quisieras acariciar fuertemente, te vuelves a burlar cuando falla su segundo, tercer y cuarto intento, ahora rozas su cachete con tus dedos y empieza la lluvia de golpes en tus brazos y abdomen, duele, pero jamás te enojarías, te ríes. La dejas un pequeño rato y toma su cepillo de dientes, entonces recuerdas que no te bañaste en el transcurso del día, piensas que ya es hora, no obstante la miras, es un imán de tu atención, buscas un segundo 'pleito' y lo logras, sabes que es peligroso ya que no ha dejado su cepillo de dientes y lo mantiene en la boca mientras pelea contigo, sin embargo, es mas gracioso verla reír sosteniendo el mismo con los colmillos buscando que la pasta no resbale por sus labios, sigues el juego cuidando sobretodo que no le pase nada, ahora eres más indefenso por eso, pero te gusta, se tiran a la cama y juegan el rato que ella te lo permite aunque ya haya dejado su cepillo en el lugar que le corresponde.
Ahora, cada quien comienza con lo suyo, abres las llaves de la regadera con pesar ya que insistió en que no lo hicieras, procuras no tardarte pues te está esperando, te secas con la toalla y te encuentras con ella y con la sorpresa de que como cada noche, ya no está despierta, no es el primer momento del día en que la ves dormida, pero lo disfrutas como si lo fuera.
Se queda recostada en su cuarto. Sales.
Estás sentado en el comedor de tu casa bebiendo cerveza mientras recuerdas los maravillosos momentos que han vivido juntos.
Mario Morales
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