domingo, 31 de marzo de 2019

De los grandes científicos a través de la historia

Desde la antigüedad hasta nuestros tiempos, el rol que desempeñan los científicos en la sociedad ha cambiado, han sido vistos como sabios y como herejes. Las funciones que han desempeñado han sido variadas, algunos se han dedicado en su totalidad al desarrollo y creación de conocimiento y otros han tenido que laborar desde el ámbito político hasta ayudar a ganar guerras desde puestos militares. La vida de algunos podría parecer llena de carencias, mientras la de otros parece tener el camino dorado para el desarrollo de la ciencia. Ellos, junto con la ciencia, han ido evolucionando, han cambiado sus paradigmas y han llegado a donde no sabíamos que se podía llegar. 

   Estudiar a cada uno de ellos y su obra sería una labor titánica, mas no sería en vano. Algunos podrían tener contribuciones pequeñas y una vida sin muchos sobresaltos; pero aquellos cuyos nombres rápidamente hacen sinapsis en nuestras memorias resultan magníficos ejemplares de estudio. Aventurarnos en sus mentes tratando de desenredar el hilo que siguieron para llegar a los resultados que cambiaron al mundo o ver la cotidianeidad y simplicidad de sus vidas, en algunos la excentricidad y complejidad, para así tratar de justificar aquellos resultados. Mas, sería injusto decir que son iguales todos ellos, que se pueden definir con un grupo de características, y quienes las tengan serán grandes científicos que revolucionarán el mundo. 

   A continuación, presentaré un compendio de las cualidades que comparten los científicos más grandes que ha tenido la humanidad. Un intento forzado de encontrar qué tenían en común aquellos a quienes llamamos genios, por ello la primer cualidad de la que hablaré será: la genialidad.

La genialidad


¿Es necesario ser un genio para ser científico? La respuesta puede variar dependiendo de a quién se le pregunte, alguien con altos índices de narcisismo dirá que es un requisito indispensable y otro que guarde algún rencor nos hará saber que no era tan difícil eso que consiguió aquel. Sin embargo, después de estudiar la historia, obra y vivencias de algunos científicos a través de la historia, hemos de encontrar afirmaciones y negaciones de nuestras supersticiones. 

   Luego de andar entre biografías y de convivir por más de tres años con mis compañeros de carrera he encontrado ambos perfiles, pero me he cruzado a pocos genios. Sería injusto para algunos considerar que necesariamente se debe pertenecer a una de las dos categorías o asumir que no hay nada en medio; pero cuando hablamos de los genios, de aquellos que han revolucionado al mundo, que han cambiado paradigmas y han replanteado verdades, las características que los definen suelen no ser fáciles de vislumbrar. Parecen no ser fáciles de encajonar taxonómicamente. 
Newton Cartoon
Sir Isaac Newton

   Entonces debemos refugiarnos en la única característica que en un inicio parecen compartir, aquella que parece no repetirse con regularidad y que va de un lugar a otro buscando portadores: la genialidad. Suena redundante, y sí, un genio es aquel que tiene genialidad, esa intrínseca capacidad de crear cosas nuevas de reinventar lo existente, de ver todo de una manera distinta, de juntar lo que ya está ahí para decirnos algo que no. Finalmente científicos hay muchos, y pueden ser de muchas maneras, pero análogamente los genios pueden ser de muchas formas, pero, no suelen ser muchos. Aunque tengamos nombres como Euler, Lagrange, Hooke, Huygens… en la historia de la mecánica y sin duda alguna sus contribuciones son de gran importancia, hay un nombre que propios y ajenos al mundo de la ciencia reconocen: Isaac Newton. 

   Un genio sin comparación alguna en el mundo, alguien que creó lo necesario para dar al mundo una nueva física. Atrás de él, retumban nombres como Galielo Galieli y Kepler; los tres encontraron formas de decir eso que ya había sido dicho, de una manera distinta, más general… más completa. Cambiaron la forma en la que vemos al mundo y lo estudiamos. Son hasta el siglo XVII ejemplos puros de genialidad. En su obra podemos ver pasajes completos de dicha cualidad, mostrándose algunas veces a escondidas y otras veces con galante pompa. Tal es que ello nos conduce a la siguiente característica.

El trabajo y la perseverancia.


Kepler Cartoon
Johannes Kepler
Es sabido que el arduo trabajo rinde frutos en general a cualquier persona que lo lleve a cabo, algunas veces es porque “no queda de otra” y otras es el simple deseo de cumplir una meta. Y aunque parece que he tornado mi discurso en un semblante de autoayuda, es necesario mostrar que la genialidad no fue el único requisito para conseguir logros sin precedentes. Pensemos en Kepler y la infinidad de cálculos que debió realizar para llegar a las órbitas en forma de elipse, para resolver el problema de la trayectoria de los planetas; o las muchas repeticiones de Galileo de sus experimentos para encontrar las relaciones numéricas de la dinámica y la cinética.

   Caeríamos en un error si suponemos que los científicos llegaron por azar o casualidad a los resultados que los hicieron famosos, pensar que fue un chispazo de genialidad o que les tomo un sólo día conseguirlo. Si regresamos al británico, Sir Isaac Newton, vemos que sencillamente la invención del cálculo o las innumerables demostraciones matemáticas contenidas en el Principia Mathematica, son el producto de un trabajo que requirió algunos años de esfuerzo. Recordemos la famosa frase, no original de Newton pero dicha por él: “Si he logrado ver más lejos es porque he subido a hombros de gigantes”. De ahí podemos extraer algo más, la perseverancia de toda la comunidad científica.


   Una revolución no ocurre en un día y necesita más de un evento para que ocurra. Cuando Copérnico planteó la idea de un sistema heliocéntrico, estoy seguro de que no tenía idea alguna de los cambios que provocaría en el mundo; además durante los subsecuentes años, trabajaron arduamente en la demostración del modelo, ampliaron las ideas y manejaron las consecuencias de dichos planteamientos. De la misma forma ocurrió con la mecánica Newtoniana, años después de su aparición, surgieron grandes nombres que la trabajaron incansablemente hasta pulirla y dejarla como lo que hoy en día conocemos.

   Finalmente no se rindieron, permanecieron trabajando. Algunas veces, como podemos ver en el caso de Kepler, los resultados no fueron los esperados y tuvo que repetir e intentar más de un método de resolución distinto, hasta por fin encontrar el camino y así llegar a la solución. Aparece entonces otra cualidad, que viene de la mano con permanecer trabajando sobre un mismo tema mucho tiempo.

La valentía


Podría utilizar una cantidad inmensa de adjetivos para describir lo siguiente, pero siendo mi apreciación, todo ello se puede resumir en la cualidad que muchos presumen pero pocos demuestran. Ser valiente puede ser visto de distintas formas, quizá un infante nos refiera al héroe que derrota monstruos, alguien con mayor estadía en el mundo nos diría que el que es valiente es el que enfrenta sus miedos. Pero, ¿cómo o cuándo es valiente un científico?

   La historia de la humanidad ha estado envuelta en sábanas de creencias y en velos de religiones, algunas veces los dioses que los humanos se han inventado han suplicado por la creación de conocimiento y en otras ocasiones han pedido a sus creaciones abstenerse a creer en el libro que nos han dejado. De las épocas de gloria en la antigua Grecia al oscurantismo del medievo, el conocimiento ha avanzado algunas veces a pasos agigantados y otras veces se ha escurrido en silencio sin causar mayor revuelo. Pero para asombro de muchos, la curiosidad del hombre por saber más sobre lo que existe y lo que no, nunca ha cesado. Por ello aunque fueran quemados o enviados al exilio, siempre han existido valientes soldados del saber que han muerto y vivido por la ciencia.
Coopernico Cartoon
Nicolás Copérnico

   Pero regresando a los genios, a los grandes nombres que cambiaron el mundo, nos encontramos con eso: cambiaron al mundo, y eso no siempre es fácil o aceptado. Tuvieron que luchar contra paradigmas y reglas para poder presentar un modelo mejor o una idea más completa. Pensemos en Galileo, y aunque conociendo la historia podemos decir que fue orgullo o su ego lo que lo llevo a seguir trabajando con el modelo copernicano y no una valentía como tal, pero al final del día, fue valiente. Y no sólo presentó su trabajo también, aunque derrotado por la Iglesia, reanudó su trabajo de la física terrestre. No renunció y aceptó la mayor humillación, sin ser quizá el acto de valentía que exigen los estándares del séptimo arte, es el mejor acto de valentía que un científico en aquella época pudiera realizar.

   Ser valiente, quizá ahora, no suene tan importante, pero la historia de la humanidad nos dice que muchas veces ponerse en contra de un paradigma o un dogma religioso era ponerse una sentencia de muerte. Desafiar a los dioses o a los antiguos sabios era un acto de valentía sin duda. Y sí, aquellos genios cuyos nombres serán recordados por la eternidad, lo fueron.

   Pensemos en un último ejemplo de la presente cualidad, con tintes más humorísticos: la historia de cómo fue que Kepler se adueñó de los datos de Tycho Brahe tras su muerte. Recordar que para hacerse de ellos se los tuvo que robar y ‘mentirle’ a la familia de Tycho durante muchos años sobre su devolución, no cualquiera se atrevería a robar y menos a un hombre recién fallecido. Pero es ese el acto de valentía de Kepler, pues pudo haber sido juzgado por dicho crimen. Llegando así a la última cualidad que trataré en el presente ensayo, dicho debe de ser, que como tal no puede ser considerada una cualidad, es la mera casualidad de existir simultáneamente.

La fortuna


Sencillamente apareció; estar en el lugar indicado en el momento adecuado, algunas veces no fue otra cosa que suerte, debieron cruzarse mil factores y antecedentes. Algunos dirán que fueron los dioses que así lo querían, o el espíritu del conocimiento que no encontró otro camino. Podrían pasar decenas de años sin un cometa surcando los cielos pero cuando apuntaron al cielo con aquel nuevo instrumento de lentes aparecieron. La fortuna o suerte, es eso que no viene de ellos, no la trabajaron ni nacieron con ella, algunos de los grandes científicos murieron sin conocerla o tenerla de frente.

   Pero tampoco podemos negar que estuvo ahí, algunas veces al recorrer las leyendas y los mitos en torno a los científicos y sus hallazgos nos encontramos con casualidades que no podemos acreditarlas a ninguna otra cosa que no sea la suerte. Y la ciencia es así, llena de trabajo y con una pizca de fortuna y suerte.


Galileo Galilei
Galileo Galilei

Finalmente las grandes mentes, los que han dado forma y sentido a la palabra ciencia, a quienes les agradecemos el conocimiento, las leyes, los métodos… Han tenido mucho de la primera cualidad, se encargaron de demostrarnos que sin la segunda no habrían llegado tan lejos, que las muestras de eso que nosotros definimos como la tercer cualidad no necesariamente tienen esa forma o vienen con esa presentación y finalmente podemos decir que una pizca de la cuarta no-cualidad, puede ser suficiente para llegar ahí. Los grandes científicos pueden aparecer en cualquier momento o en cualquier lugar, venir de cualquier familia o sufrir cualquier desgracia, pero sin duda son geniales, trabajan arduamente y son perseverantes, en algún momento son valientes y finalmente algún día se cruzan con un golpe de suerte.


Agradecido con el Dr. José Marquina, a quien le debo un extraordinario curso de "Historia de la Física" y un aumento exponencial en mi gusto por la historia y por la ciencia.
Lord Bastian Marek





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